Spa, salón y una escuela de servicio

Rebecana, la fe de una soñadora con sentido de servicio


Rebeca Ana Orantes de López, fundadora de Rebecana.

De niña jugaba a ser empresaria con billetes que ella misma fabricaba, su juego era ser la propietaria de un banco. Rebeca Ana Orantes de López, la fundadora del conocido salón de belleza y spa Rebecana, es enfática al afirma que, “quien diga que no le gusta el dinero es un mentiroso”, porque con él, entre otras cosas, se pueden pagar sueldos y mantener una plana de colaboradores. Advierte también que la forma de obtenerlo es a punta de trabajo y esfuerzo.

Es un hecho que Rebecana es el producto de un sueño y de la enseñanza que “doña Rebequita” -como le llaman cariñosamente a la emprende dora- recibió de sus padres. “Mi madre me decía, trabajá, porque siempre que trabajés vas a tener lo que querrás”, narra en una entrevista a GERENCIA .

De las lecciones aprendidas para establecer un negocio, doña Rebequita numera que es importante eliminar todas aquellas barreras que nos imposibilitan. Por ejemplo, comenta, más importante que el dinero es un buen crédito. “Siempre que tengan un crédito cumplan, aunque no coman”, dice la empresaria, quien a raíz de un primer financiamiento logró incursionar en los primeros proyectos personales, de los que recuerda un alquiler de muebles hospitalarios.

Rebecana presta los servicios de salón de belleza y spa.

Desde esta primera faena la han acompañado sus hijos, quienes viajaban en el vehículo con el que repartían los muebles alquilados y además ayudaban a limpiarlos y desinfectarlos. “Siempre los involucré en todo. Mi hija Mercedes tendría unos 8 años cuando me acompañaba a cobrar. Yo le decía, si nos pagan nos vamos a refaccionar. Por eso se ponía a llamar por teléfono a los clientes para ver si querían más tiempo los muebles y para ver si ya podíamos pasar por el pago”, recuerda con entusiasmo esta mujer enérgica y emprendedora.

Un giro inesperado

Con el tiempo, doña Rebequita contó con la oportunidad de incursionar en el negocio de los spa, al adquirir uno con el dinero de la venta de una casa que le había heredado su señora madre, que le sirvió como enganche, y con un crédito que consiguió de manera peculiar. “Me fui al Banco Internacional y le dije al gerente: yo soy la señora de Rebecana y necesito un préstamo de 15 mil quetzales. Él me pidió papelería, y le dije que no, que hiciera que mi palabra valiera. Eso fue un jueves, antes de irme le recalqué: regreso el lunes, pero cuando venga no me vaya a decir que no”, recuerda entre risas. Fue así como comenzó la aventura, en un centro comercial con 11 mil quetzales que le prestó el banco.

Desde ese momento se aferró a los servicios y productos de belleza, que siempre había adquirido y a los que criticaba por el mal servicio. “Cuando llegaba a las 4 de la tarde a un salón ya no querían atenderme, o a veces quien me atendía me decía que no podía hacerse cargo porque ya tenía otra cita. Entonces pensé que si iba a fundar un salón lo haría sin horario; es decir, con toda la disponibilidad de atender a las clientas”.

La emprendedora caminó la milla extra para poner empeño en el proyecto que poco a poco fue acreditando. A esas alturas se había trasladado a un espacio en su vivienda, porque además debía cuidar de sus 4 hijos, el más pequeño de 3 años. “Ellos colaboraban con estar callados, porque yo estaba trabajando. Aunque al poco tiempo mis hijas comenzaron a depilar y cada una tenía a sus clientas, nos especializamos y puedo decir que hasta la fecha contamos con la mejor depilación de toda Guatemala. Mi hijo Pedro también participaba, recibía a las señoras y les servía el cafecito”, recuerda la empresaria.

Llegó entonces la oportunidad de ampliar el spa. Para ello, tomaron como referencia otros negocios similares en Nueva York. “Me fui con mis 4 hijos a buscar un nuevo modelo. Fue importante llevarlos, porque lo que no veía uno lo veía el otro. Fue muy bueno que todos participaran”, agrega doña Rebequita.

El esfuerzo, la dedicación, la pasión por el trabajo y el esmero en el servicio convencieron cada vez más a las clientas, quienes acumularon una larga lista y hoy se ordenan en tres generaciones. Otro elemento que doña Rebequita valora es haber ganado tantas amistades, cuenta que ella era amiga y psicóloga de sus clientas, porque le llegaban a platicar sus alegrías y sinsabores.

El recuento de los años

El salón de belleza y spa Rebecana ha contado con la dicha de ser dirigido por una líder con alto sentido de servicio, quien preparó a sus hijos para que fortalecieran el negocio. En la actualidad los puestos gerenciales son ocupados por sus tres hijos y sus dos yernos, un equipo hábil que ha conseguido nuevos logros, entre ellos la cobertura en los centros comerciales Miraflores, Los Próceres, Pradera Concepción, Oakland Mall y Paseo Cayalá, en donde una planilla de 300 personas brindan una variedad de servicios: cortes, depilaciones, tintes, faciales, masajes terapéuticos, spa, manicure, pedicure, tratamientos con lodo y mascarillas y maquillaje profesional, por mencionar algunos.

Sin duda, Doña Rebequita ha sido el corazón de Rebecana y quien sigue inyectándole energía a los salones, al proveerles un ambiente agradable, con música y aroma para relajar los sentidos, y al establecer una convivencia que hace que las clientas se sientan como en casa. Es ella quien se preocupa de la decoración de las tiendas, por ejemplo, para la Independencia fue personalmente a clasificar y recolectar las piedras que servirían para el ornamento de la temporada. Hace unos días regaló árboles para ayudar a la reforestación del país, al que sirve y admira.

Rebecana es la muestra de que, quien quiere trabajar, puede. La empresaria dice, a sus 67 años, que sigue trabajando con la misma intensidad, entusiasmo y pasión, porque siempre creyó en la frase: “la fe mueve montañas”.

Ileana López Ávila
Directora
Revista GERENCIA
gileana@agg.org.gt

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