¿Sirven los códigos de ética?

La corrupción es un mal que erosiona los valores sociales y las reglas de convivencia pacífica

Desde hace unos 25 años, estos instrumentos se han propagado. Y con ello sur gen las preguntas: ¿son la solución para que las empresas adopten el comportamiento ético que la sociedad demanda?, ¿son una herramienta de responsabilidad social?, o simplemente ¿son un intento fatuo por lavarse la cara? La corrupción lesiona gravemente los valores sociales y quebranta las reglas de convivencia pacífica y respetuosa. Se da en el sector público y para su concreción implica la participación de personas o empresas. A su interno, el sector privado tampoco es inmune a los actos de corrupción. Los más comunes son el pago de comisiones a personas que influyen en las contrataciones. También se dan prácticas que riñen con la moral e integridad de las personas, como el acoso sexual o el turismo sexual, delito que dicho sector en particular busca erradicar. La corrupción ocasiona pérdidas económicas inimaginables. Incluso puede arriesgar la vida de las personas cuando se da en entidades rectoras de la salud, como ha pasado con el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social Esta afecta directamente a accionistas, inversionistas, empleados y a todos aquellos que dependen de la sana operación de una entidad, tal y como lo testifica el caso de Corporación de Noticias, la casa editora de Siglo 21 y Al Día. De esa cuenta, es esencial fortalecer desde lo interno de cada entidad, familia y persona, la lucha contra la corrupción. En la medida en que las personas y empresas hagan suyos los principios que conllevan a una estrategia coherente de integridad y ética y se permeé un compromiso social de combate a la corrupción y a esos delitos que atentan contra la integridad de las personas, se restaurará la confianza de la ciudadanía en las instituciones, y como resultado se dará una transformación social, política y económica.

Coherencia entre lo que se dice, hace y piensa

Aspectos de la cultura corporativa se transmiten en la misión, visión, valores, credos, políticas corporativas y códigos de ética. Estos últimos se han popularizado y debieran responder a los complejos planteamientos y dilemas morales que se presentan en las organizaciones. Debieran también articular los valores corporativos con las responsabilidades, obligaciones y objetivos éticos de una organización y sus integrantes. Por otro lado, respecto a los negocios internacionales, debieran establecer la mínima moral a la que se tendrían que ajustar el comportamiento de los directivos y el de los trabajadores de la empresa.
Según la directora del departamento de Dirección de Empresas de la Universidad de Buenos Aires, Luisa Montuschi, los mejores códigos son los que describen la forma en que todos ya se comportan y sienten en una entidad y que reflejan la cultura corporativa vigente. Los peores se limitan a enunciar una lista de principios, con algo acerca de la integridad, algo referido al respeto a los individuos y algo relativo al cumplimiento con los clientes.
La doctora Montuschi explica que desde hace un par de décadas, han cambiado sustancialmente las características y el proceso de elaboración de los códigos de ética. Ahora es más inclusivo y participativo. También se ha identificado una mayor toma de conciencia respecto a principios éticos básicos. La profesional enfatiza en que, no puede asumirse la eficacia de un instrumento elaborado de arriba hacia
abajo, en el que los integrantes de una organización no se sientan comprometidos con los principios y reglas que los mismos enuncian. Deben tener un claro entendimiento de su propósito y existir coherencia entre los valores enunciados y el efectivo comportamiento en los distintos niveles de la corporación. En un estudio realizado en la Universidad de Ottawa, los profesores E.P. Mendes y J.A. Clark, distinguen cinco generaciones de códigos. La primera trata esencialmente del conflicto de intereses y su objetivo es proteger a la empresa de las acciones de sus empleados, al procurar que estos cumplan con las leyes y procedan de acuerdo con los intereses de la misma. En la segunda, las cuestiones éticas tienen un peso mayor y se centran en la conducta comercial en particular en las actividades realizadas en países extranjeros. Los sobornos a funcionarios de gobiernos extranjeros son especialmente considerados y se procura proteger la reputación de la empresa y asegurar una competencia limpia. En los códigos de tercera generación se
consideran los intereses de los stakeholders, en particular de los colaboradores, como respuesta al rechazo público respecto de las condiciones de trabajo en países del tercer mundo. En los de la cuarta aparece ampliamente la responsabilidad social, en particular, lo referido a la protección del ambiente y el respeto a las comunidades. La quinta generación enfatiza en la problemática respecto a la responsabilidad social y la justicia, y se inspira en la preocupación derivada de las actividades empresariales en países que no respetaban derechos humanos básicos. En resumen, para que un código sea efectivo, debe haber
coherencia entre los valores incorporados en él y los comportamientos corporativos. Para que lo contenido en el código se convierta en hábito, habrá que repetirlos constantemente. Un ejemplo de estos instrumentos que funcionan son el Código ético mundial para el turismo (http://ethics.unwto.org/es/content/codigo-etico-mundial-parael-turismo), así como la Declaración sobre prevención de la explotación sexual en turismo en Centroamérica y República Dominicana (http://www.unicef.org/honduras/Prevencion_de_la_ESC_esp(9).pdf)

En conclusión, los códigos de ética tienen aspectos positivos que, aunque no lleguen a prevenir los comportamientos faltos de ética de las corporaciones, contribuyen a elevar su nivel ético. Uno de sus principales méritos es la actitud que se genera en la organización al obligar a sus integrantes a pensar y reflexionar acerca de los deberes y obligaciones contenidos en ellos.

Esther Brol
Consejera Editorial
Revista GERENCIA
editorialgerencia@agg.org.gt

 

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