Parque vehicular, 30 nuevos automotores se suman cada hora

La ciudad de Guatemala está en pleno crecimiento. Lamentablemente hablamos de su demografía y no de su economía. Ese crecimiento puede hacerse notar de varias formas. Una de ellas es a través de la cantidad de vehículos que circulan por sus calles. Otra, por sus necesidades.

De cualquier forma, lo cierto es que las soluciones se hacen urgentes para una población ávida de ellas y una infraestructura a la que no le hace falta mucho para llegar al colapso.

Si del parque vehicular se trata, basta con observar los congestionamientos que a diario se forman en las calles para darse cuenta que sobrepasan las capacidades de las vías hechas para su circulación. Hasta hace una década, aún era válido hablar de horas pico, que se notaban fundamentalmente por la mañana y al final de la tarde. Pero esa percepción ya solo forma parte de la historia, pues hoy día los congestionamientos existen a toda hora y en cualquier lugar.

En el caso de las crecientes necesidades, pueden ser un indicador los niveles de desempleo. Y las múltiples actividades de subempleo reflejan la creatividad de los guatemaltecos para ofrecer alternativas parciales de solución.

Vehículos por doquier

Uno de los peores calvarios de los guatemaltecos, durante los últimos años, es el de los congestionamientos. Las colas son largas y lentas. Y si eso no fuera suficiente, las expectativas son pesimistas, pues el parque vehicular crece inconteniblemente, mientras que la infraestructura para darle viabilidad se hace cada vez más insuficiente, no solo por la falta de inversión en ella sino también por la falta de espacios para distribuir de mejor forma la circulación de esta masiva carga de vehículos.

Los datos de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) en torno al parque vehicular parecen ser suficiente para entender el tema del crecimiento. Las estadísticas nos muestran que en el país, al menos hasta mayo pasado, circulaban 3.08 millones de automotores, de los cuales solo el departamento de Guatemalaregistra casi el 50 por ciento; es decir, 1.39 millones.

Pero una cosa es el registro y otra la circulación, pues debe recordarse que en la ciudad capital confluyen muchísimos más vehículos que llegan desde otros sitios a la urbe, porque aquí se concentra el mayor porcentaje de la actividad productiva generadora de empleo.

Al menos otros 150 mil automotores, por ejemplo, llegan a la ciudad desde lugares cercanos como los departamentos de Sacatepéquez, Chimaltenango y el Progreso. Claro que estos no son los únicos. Escuintla, en el sur del país, se ha convertido en otro departamento que aporta movimiento vehicular.

Pero resulta más preocupante el ritmo en el que se incrementa este parque de automotores. El año 2015 cerró con un total de 2.970,678 vehículos en todo el territorio nacional. Para mayo de este año la cifra había aumentado en 111,011 unidades. Lo anterior significa un crecimiento mensual de 22,202.2 vehículos. Es decir que, cada hora se suman 30 unidades que engrosan los frecuentes y normales congestionamientos de la ciudad capital.

El departamento con mayor cantidad de vehículos es el de Guatemala, pero el que el que le sigue, aunque por mucha diferencia, es el de Quetzaltenango, con 208.9 miles de automotores. Le sigue Escuintla, en el sur, con 197 mil vehículos, y luego San Marcos con 133 mil. Hace once años, las cifras eran proporcionalmente menores. En toda la república circulaban dos millones de vehículos menos que en la actualidad.

Sin espacios

Lo anterior no resultaría ser tan dramático si las calles, avenidas, calzadas y bulevares no fueran tan estrechos. Son precisamente los más grandes de estos espacios los que más complicaciones presentan a las horas pico que, en realidad, ahora parecieran horarios eternos para los guatemaltecos.

Quienes transitan por calzadas como la Roosevelt (una conexión para entrar o salir hacia el occidente) o la Aguilar Batres (que sirve para entrar o salir hacia el sur), pueden dar testimonio fiel de que allí no hay horarios específicos para las colas de automotores. Se pase a la hora que se pase, en ambas hay congestionamiento. Por ratos más, por ratos menos, pero la fluidez siempre es complicada.

La calzada José Milla y Vidaurre, extendida hacia la Calle Martí o hacia la ruta al Atlántico, es otra vía con altos niveles de circulación vehicular. Y no se diga la ruta a El Salvador, cuyo crecimiento poblacional se incrementa cada día que pasa y, así como ha generado desarrollo, principalmente del tipo comercial, también ha dado lugar al incremento en la fluidez de los vehículos por el sector.

Con todo lo anterior se habla de vías supuestamente amplias. Pero, cuando finalmente se analizan los que pueden considerarse espacios reducidos, como las calles y las avenidas, el problema se complica aún más.

La 13 calle de la zona 11, que conecta con la zona 12 a través de un paso a desnivel debajo de la calzada Aguilar Batres, es un claro ejemplo. Y eso que esa vía tampoco es de las más reducidas, pues cuenta con tres carriles para cada sentido.

Sin cultura

Para comprender el problema en su amplia dimensión, habrá que mencionar otro de los grandes problemas que contribuyen al congestionamiento. Y ese es la falta de cultura vial. Por una lado, no es difícil ver cómo en su afán de acelerar el paso los pilotos se lanzan con sus vehículos en contra de vías habilitadas solo para circular en un sentido. En otros casos, también es común observar que en cada intersección es frecuente ver vehículos detenidos a media calle. Aunque existen semáforos o señalizaciones con la imagen prohibitiva, bloquear la intersección es común para muchos.

El peor de los problemas, principalmente en la ciudad capital, lo generan los pilotos de autobuses, camiones o tráileres, pues conducen como se les viene en gana. Lo hacen a velocidades cuyos límites son ilícitos, circulan en el carril izquierdo contrariando las normas del tránsito y se estacionan como sea.

Todos estos elementos hacen que la ciudad se esté convirtiendo en un verdadero caos vehicular. No importa la hora, en sus calles siempre hay colas y congestionamientos. El estrés y la impaciencia hacen mella en una ciudad en la que hoy día se desarrollan proyectos urbanos que buscan movilizar la circular vehicular y desahogar las principales rutas, pero con soluciones que debieron implementarse en la década de los años 70, en el siglo pasado.

El tiempo pasa y por ningún lado se ven soluciones reales. Lo que cada vez se percibe con mayor frecuencia es la cantidad de vehículos que, conforme pasa el tiempo, incrementan su ritmo de crecimiento. Y la falta de soluciones solo aletarga la explosión de un problema que, sea como sea, llegará.

Por las condiciones en que se está dando la situación, lo más probable es que un día será imposible circular en la ciudad, a menos que se comience a buscar en la modernidad salidas más viables a un problema antañón y cada vez más difícil de resolver.

Carlos Morales Monzón
Periodista y Profesor Universitario
cmoralesmonzon@yahoo.com

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