La tecnología acorta el tiempo de la rehabilitación

Fundabiem ofrece terapias de última generación para la discapacitación muscoloesquelética

Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Guatemala un millón y medio de personas se enfrentan todos los días a vivir con alguna discapacidad. Es decir, en uno de cada diez hogares vive una persona con distinta condición física, intelectual o sensorial, que afecta su entorno y el de sus familias.

Juan Carlos Eggenberger, director de Fundabiem y presidente de Teletón Guatemala

El director de Fundabiem y presidente de la Teletón Guatemala, Juan Carlos Eggenberger, comenta que la Teletón ha permitido visibilizar un tema que hace 30 años no existía. “Antes a los discapacitados los escondían, los amarraban o los encerraban, por desconocimiento y porque se creía que esta era una enfermedad o un castigo. Sin embargo, en la actualidad hay mucha más conciencia y comprensión, y la discapacidad se ve como lo que es: una parte de la diversidad humana. Así como hay altos, bajos, gordos, delgados, rubios o morenos, hay personas con ciertas capacidades físicas de nacimiento o adquiridas, ya sea por un accidente, una bala perdida, por la misma delincuencia o por accidentes cerebrales”, comenta el directivo a GERENCIA.

Este nivel de comprensión, ha logrado que en el país se le dé importancia al tema, y así la población no padezca de exclusión laboral, social o en aspectos recreativos, culturales y deportivos. De allí la importancia de la rehabilitación, que ayuda a las personas a “alcanzar su mayor grado de independencia”, que es el objetivo principal de Fundabiem.
Estos centros de rehabilitación nacen hace más de 3 décadas. Según cuenta Eggenberger, “fue una iniciativa de un grupo de personas que se reunían en lo privado para atender a los angelitos (niños) del Hospital de Infectología Jorge Von Ahn”. De estos voluntariados surgió la idea de hacer en Guatemala la primer Teletón, en 1986, tras el éxito obtenido en su país de origen –Chile-, bajo el liderazgo de su fundador Mario
Kreutzberger, más conocido en la farándula como don Francisco, y el que fue replicado en otros países. Esta fue la plataforma que dio vida a los centros de rehabilitación Fundabiem.

Desde entonces, este megaproyecto de recaudación, que comenzó con el recaudo de medio millón de quetzales en 27 horas, ha logrado rehabilitar, a lo largo de estos años, a más de 550 mil guatemaltecos. En 2016, la meta recaudada superó los 26 millones de quetzales. De esa forma, la institución presta sus servicios a un 30 por ciento de la población de discapacitados.

La tecnología ha sido clave en los procesos de rehabilitación.  La diferencia entre un niño que recibe esta atención y uno que no es del cien por ciento, desde el punto de vista físico, social y psicológico.  En la fotografía la sala de rehabilitación multisensorial.

Aunque las cifras son frías y todavía evidencian grandes retos, es un gran éxito que Guatemala cuente con una red de rehabilitación de 21 operaciones en todo el país, además de la Casa Hogar Niño de Praga. De esta forma, 240 colaboradores atienden a 13 mil familias al año, que incluyen a las patrocinadas por el Estado de Guatemala, mediante una asignación de recursos.

Los centros se han especializado en discapacidad física neuromuscoloesquelética, y han encontrado gran apoyo mediante la tecnología. Con orgullo, Eggenberger explica que con este proyecto, en el que millones de guatemaltecos han participado, han logrado desarrollar el sistema de rehabilitación más completo y equipado de Centroamérica. “Contamos con 8 salas de rehabilitación

multisensorial y somos únicos en contar con 7 equipos de rehabilitación virtual, 1 laboratorio de análisis de la marcha y 1 aparato robótico de rehabilitación. Lokomat es un equipo de última generación, fabricado en Suiza, que busca rehabilitar a las personas no solo física sino también neurológicamente”, advierte el directivo.

Lokomat consta de un dispositivo ortésico que simula y reproduce la marcha fisiológica del individuo. Las adaptaciones se acoplan a las extremidades inferiores del usuario, y con ayuda mecánica reproducen el patrón de marcha en el que el tronco queda suspendido de manera controlada. El aparato monitorea y mide los parámetros del ejercicio y de la marcha. Es una tecnología de neurorehabilitación intensiva que, con la realización de ejercicios repetitivos de reeducación del patrón de marcha fisiológica ofrece resultados brillantes, frente a los métodos convencionales de recuperación de traumatismos severos y afecciones motoras.

Una persona rehabilitada está mucho más preparada para enfrentar la vida.  En la fotografía el equipo Lokomat.

Este equipo tecnológico se ha convertido en un vínculo muy importante entre la función neurológica de una persona y su capacidad física. “Los avances, que con métodos tradicionales veríamos en tres o cuatro años, con el equipo robótico los vemos en tres o cuatro meses”, insiste Juan Carlos.

A la vez el directivo cuenta que, en el Hospital de Chicago una hora de uso de Lokomat se estima en 400 dólares, mientras que en Fundabiem el costo es simbólico. La inversión de este equipo fue de unos 6 millones de quetzales y está preparada para rehabilitar a niños y adultos.

Por otro lado, los cuartos de estimulación sensorial son idóneos para quienes encuentran topes en la rehabilitación física, en donde son importantes los estímulos. Así también, en la rehabilitación virtual, que es un sistema similar al Kinect de Xbox, los niños se ven reflejados en la pantalla a través de unos guantes especiales, con lo que experimentan juegos como fútbol o surf, y mientras lo hacen logran movimientos que en los procesos de rehabilitación tradicionales no podrían, porque les producen dolor. “Con el juego, los usuarios están motivados y el dolor se les olvida, por ello alcanzan logros importantes”, dice el director de Fundabiem.

Así, el equipo de análisis de la marcha es italiano y busca medir las deficiencias de las extremidades frente a rangos de normalidad. Funciona mediante marcadores tecnológicos que se colocan en el cuerpo de los usuarios, y estos proveen información como porcentajes de peso de una pierna sobre la otra y movimientos de cadera, entre otros. Con ello, la rehabilitación se vuelve más precisa. Así se evitan tratamientos que la persona no necesita y esto acorta el tiempo de la rehabilitación.

Juan Carlos es enfático al explicar que, en muchos casos, la rehabilitación de una persona no implica recuperar funciones perdidas, como caminar. Lo comenta, porque las personas suelen llegar a los centros de rehabilitación con grandes expectativas; sin embargo, “lo más importante es que el usuario alcance el grado máximo de independencia física y  que siga soñando a pesar de vivir en condiciones distintas”.

Como ejemplo, cuenta de un niño de 8 años, discapacitado por una bala perdida, al que conoció hace mucho tiempo. “Lo vi y le pregunté ¿qué quieres ser cuando seas grande?, y me respondió: no sé qué quiero ser cuando sea grande, yo lo que quiero es terminar mi día hoy. Me afectó tanto, dice Juan Carlos, “porque era un niño de solo 8 años, que ya montaba bicicleta y jugaba fútbol, pero que había perdido, más la capacidad de verse trascender en el tiempo, cuando son los sueños los que nos hacen levantarnos todos los días”.

Juan Carlos concluye el relato con lo acontecido un tiempo después. “Con los años regresé al mismo lugar, y vi al niño haciendo los mismos ejercicios. Para un crítico que analiza el caso es fácil decir: la terapia no sirve, el niño no camina y no va a caminar. Sin embargo, yo concluí en que el niño estaba rehabilitado, porque me jaló de la camisa y me dijo: vos, ya sé qué quiero ser cuando sea grande… quiero ser doctor. Con ello me di cuenta que la rehabilitación va más allá de la movilidad, porque la discapacidad afecta brazos y piernas, pero también el alma”.

Ileana López Ávila
Directora
gileana@agg.org.gt
Revista GERENCIA

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