La equidad de género favorece la competitividad

Las empresas avanzadas no distinguen a los gerentes por género, sino por su capacidad para obtener resultados. Porque en la práctica, necesitan de ambos

Floridalma Contreras, Sitradomsa.


Maritza Veláquez, Atrahdom.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vacante de muy alto nivel demandará ciertos conocimientos, entre ellos, títulos de educación superior a nivel de maestrías y doctorados, la comunicación en más de un idioma, experiencia, así como destrezas y conocimientos propios de la plaza, entre ellos, la apropiada interpretación de los estados financieros, la aplicación y el uso de programas de computación y ser orientados a resultados. Con las características mencionadas, la plaza podría ser ocupada indistintamente del género.

Sin embargo, cuando se trata de habilidades específicas, las plazas suelen etiquetar al género que consideran desarrolla mejor las funciones.

Opiniones a favor y en contra

A decir de la psicóloga chilena, Pilar Sordo, “los hombres y las mujeres somos absolutamente distintos”. Explica que cuando adquirimos la predisposición a pensar que las personas actúan, piensan y sienten igual que nosotros, surgen una serie de incomprensiones. Recalca, que “nadie actuará igual a nosotros, y menos una persona de otro sexo”.

Dentro de las diferencias naturales, la psicóloga identifica la tendencia a retener por parte de la mujer, contrario al hombre que se inclina más por soltar.

En este contexto, retener significa no parar de hacer algo. Mantener, cuidar y no cambiar. Cualidad psicológica que “radica en una característica del útero”, dice, “que permite que la mujer genere vida dentro de ella, lo que trasciende a espacios mentales, como la casa, las situaciones del hogar, la protección y los afectos”. Sordo considera que esto puede ser nocivo para ella, porque la mujer no puede “dejar de hacer algo, aun le cause agobio”.

Por el contrario, “el hombre por naturaleza deja de hacer algo con gran facilidad, porque cuenta con la capacidad de generar vida fuera de él, por ello se enfoca más en objetivos que en mantener lo que tiene”, acota. De este análisis, derivan muchas características y conductas propias de lo femenino y lo masculino.

En su estudio, la chilena resalta otras diferencias. “Las mujeres se mueven por su vida afectiva. Para ellas es importante que las relaciones sentimentales sean estables. Mientras que los hombres se mueven por el cumplimiento de objetivos y metas”.

En el proceso de ejecución, la mujer valorara más el proceso, mientras que el hombre se detendrá a apreciar los objetivos. De allí que, “la mujer ordena, separa, junta y reúne”, como ejemplo, Sordo invita a echar un vistazo en una cartera femenina: “cargamos de todo por si se ofrece, y allí adentro está todo revuelto”, revela.

Por el contrario, cuenta que “los hombres no juntan nada. “Cargan la billetera en un bolsillo, el celular en otro, y el pañuelo en un tercero”. De esta forma, explica la estructura mental de ambos géneros, puesto que “los hombres pueden separar perfectamente sus emociones, mientras que para las mujeres es difícil”.

Así también, analiza que el hombre es monofocal se concentra con facilidad en una sola cosa-, y la mujer multifocal puede atender varias cosas a la vez. Esta es una característica estructural y neurológica y no siempre es una ventaja, ya que esto las puede llevar al agotamiento”.

Por otro lado, analiza Sordo, mientras lo femenino resuelve los conflictos hablando, lo masculino lo hace en silencio. La raíz biológica, según la Escuela de Trastornos de la Comunicación, de la Universidad de Sydney, Australia, es que las áreas cerebrales relacionadas con el lenguaje son de un 20% a un 30% más grandes en las mujeres que en los hombres.

Asimismo, “las zonas que controlan el lenguaje se concentran en el hemisferio izquierdo del cerebro masculino, mientras que en la mujer se distribuyen ampliamente en ambos hemisferios. El neuropsicólogo, Rhawn Joseph, fundamenta que las mujeres cuentan con mayor variedad de lenguaje y mejor desempeño en la articulación de palabras. De hecho, especifica, “las mujeres producen en promedio 4 palabras más que los hombres por cada 5 segundos”.

Sordo señala otra característica del aspecto emocional. Dice que la mujer se entristece para que la consuelen, además de guardar la tristeza como un sentimiento adhesivo que las hace olvidar fácilmente. Mientras que el hombre, cuando está molesto, tiende a alejarse de todos, pero le pasa tan rápido como le llegó.

Por las diferencias descritas, que al final se convierten en complementos,  cuando los avisos de empleo señalan saberse adaptar, contar con capacidad para organizar diversas actividades simultáneas, priorizar, trabajar por objetivos y bajo presión, ser asertivos en la toma de decisiones y en la resolución de problemas, contar con actitud de servicio, ser comunicador nato, persuasivo, organizado, riguroso, disciplinado, analítico, reflexivo, cooperativo, dinámico, emprendedor, honesto, íntegro y un largo etcétera, suelen generarse etiquetas de género.

Liderazgo de géneros en la empresa

La peruana Ana Antunez de Mayolo, expone que al comienzo el liderazgo femenino desarrolló características asociadas a los hombres. Por ejemplo, no era una habilidad auténtica el cumplir objetivos; pero, a partir de la influencia masculina, la mujer reprodujo ciertas conductas que le permitían competir por el espacio históricamente destinado a los hombres.

Sin embargo, tras su incursión cada vez más intensa en la sociedad laboral, la mujer fue dándose a conocer con habilidades propias, y de esta forma ha beneficiado la esfera laboral. Por ejemplo, la experta peruana explica que un hombre se dedica en exclusivo a su carrera o a su trabajo. Eso significa que, “sacrifica tiempo de su vida privada en pos del logro de las metas organizacionales. Ordena el mundo público a su manera, porque trabaja con el supuesto de que lo privado está bajo control, ya que en casa hay alguien que se encarga de ello; por eso, siempre cuenta con tiempo para la empresa; está disponible para promociones, viajes y asistencia a congresos”, por mencionar algunos de sus roles.

Ese estigma de la masculinización en la empresa, que han debido seguir las mujeres, les crea una gran desventaja. El mundo privado de la mujer está bajo su cargo y no bajo el cargo de su pareja. Habida cuenta, hay muchas mujeres en altos cargos de poder que no pudieron crear una familia propia, ni se casaron y mucho menos tuvieron hijos. Solo así, equilibraron los roles de la empresa, pero no en combinación con la responsabilidad del hogar.

El desarrollo laboral de la mujer ha creado tensión entre familia y trabajo. Porque, con la mujer fuera de casa se puso en riesgo el equilibrio del hogar, aumentó la crisis en las relaciones de pareja, se acentuó el sacrificio y se postergó la maternidad. Lo curioso es que, hoy en día, en las aulas universitarias el número de mujeres supera al de los hombres (85%), lo que contrasta con el número de las mujeres trabajadoras, que son muchas menos en relación a los varones.

¿Es posible contar con una carrera profesional y al mismo tiempo con una familia? O ¿ser madre y trabajadora exitosa? Es un hecho de que muchas mujeres se gradúan; sin embargo, al aparecer los hijos, abandonan el trabajo y regresan al hogar. Y, en función de la empresa, el liderazgo femenino es importante. Tal como lo explica Sordo, la mujer se centra en detalles,  motiva las relaciones entre personas, cuida a los colaboradores, comprende situaciones personales. Además, cuenta con una vida que va más allá de la organización.

Para algunos, elegir mujeres líderes es una forma de humanizar a la organización. Ante esto, los analistas hacen un llamado a las empresas para que adapten los horarios a los roles que debe cumplir la mujer, para que, de esta forma, puedan atender asuntos familiares, como recoger la boleta escolar. Esto implicaría que la mujer sea respetada en su feminidad, en su maternidad y en su propia vida, como madre y esposa, lo que no es fácil de comprender en países como Guatemala.

Es en los países más evolucionados en donde se habla de horarios flexibles para que la mujer pueda ser productiva y útil en la sociedad, y para que también pueda llegar a su casa a atender a los hijos. Una de las importantes discusiones es hasta dónde estos argumentos son políticamente correctos.

El contrapunto

La directora de promoción y educación del Procurador de los Derechos Humanos, Cinthya Guerra, expone su punto de vista. “Género es una asignación cultural que hace la sociedad. Ser hombre o mujer es una característica sexuada. Otras características no son inherentes al sexo, sino una construcción cultural y social”.

La también especialista en género, advierte que en las mujeres se pueden encontrar todas las cualidades y calidades de un hombre y viceversa. Pero que, es la sociedad quien ha estereotipado las tareas. “La antropóloga mexicana, Marta Lamas, dice que no es por ser mujeres que se nos da más planchar o lavar”, y se pregunta “en qué momento nació un bebé y vino con el cromosoma de hacer estas actividades. Es un asunto cultural el que nos enseña los roles de hombre o mujer, y esto transciende al tema laboral y nos hace ruido ante la posibilidad de desarrollarnos y trabajar”, insiste.

Según Guerra, la equidad de género no consiste solamente en que las mujeres trabajen, sino también en que el hombre contribuya al hogar. “Es más fácil vender la idea de la superwoman, a difundir una campaña que le diga al hombre: usted también tiene responsabilidades en el hogar”.

Añade que, probablemente la mujer ha sido doblemente dedicada y esforzada, pero muchas veces por la irresponsabilidad de su pareja. “Se habla de las madres solteras, pero esta no es una categoría. Se debería hablar también de la contrapartida, de la parejas irresponsables, de los padres irresponsables”, enfatiza.

Por otro lado, Cinthya se refiere a la maternidad como una contribución social, por la que la sociedad debiera ser más solidaria. “El IGSS ahora cuenta con un período postparto de 4 meses, los demás colaboradores deben hacer el trabajo de quien dio a luz, como parte de esa contribución para que las mujeres atiendan a los futuros ciudadanos”, comenta.

De igual forma, Guerra considera que el liderazgo no es cuestión de género. De allí que la profesional insiste en que las plazas vacantes se deben anunciar sin etiquetas de si son para “hombre” o “mujer”. Dice que, las cualidades de cada persona debieran evaluarse sin nombre. Y hasta después de establecer los perfiles, elegir a la persona que obtenga los más altos punteos.

Liderazgo sin género

Para el profesor de liderazgo de la Universidad de Los Andes, Gustavo Mutis, los equipos de dirección altamente efectivos son aquellos capaces de contar con personas que desarrollen diversas habilidades, atributos y competencias complementarias y que aprovechen la diversidad como su mayor ventaja competitiva.

Para el académico, el verdadero líder empresarial, es indistinto al género. Su fortaleza está en desarrollar liderazgo al crear de forma permanente espacios en donde florezca la imaginación y la creatividad de cada uno de los demás trabajadores y directivos.

Es decir, “forma liderazgo al permitir que cada trabajador, en lo posible, ejerza un rol digno e inteligente, en donde liderazgo femenino y masculino puedan tomar decisiones y ejercer influencia múltiple. Inclusive, crear políticas en donde se estimule y reconozca el liderazgo y la toma de decisiones por parte de todos los trabajadores”. Sin importar el número de hombres y mujeres que trabajen en la organización.

El experto concluye en que, una ventaja competitiva real es alcanzar un liderazgo colectivo, que use de forma apropiada la inteligencia y el talento de todas las personas que participan en la gestión pública o empresarial.

Ileana López
Directora
Revista GERENCIA
gileana@agg.com.gt

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