La demora al final de la carrera

Fomentar procesos investigativos en la educación superior genera profesionales más acuciosos

La educación superior es un privilegio de pocos. Y de esos pocos que comienzan, un alto porcentaje abandona la carrera antes de enfrentar la elaboración de la tesis o los exámenes de grado, por ser casi las únicas herramientas de evaluación.


César Montenegro, doctor en Educación.

Desde sus orígenes, casi medievales, las universidades han cambiado mucho. Pero en otros aspectos y no en los sistemas de evaluación, que aún priorizan la memoria y la repetición de conocimientos. En el caso de la elaboración de la tesis, el supuesto es que es investigación dé paso a la generación de conocimientos nuevos.

En los ámbitos educativos se sabe que es necesario plantear un cambio que abarque no solo los diseños de propuestas metodológicas, sino también los procesos evaluativos, de tal forma que se favorezcan -como en otros niveles educativos- competencias específicas.

Para comprender la educación por competencias, es necesario romper el paradigma de que el conocimiento es limitado, creado por unos pocos y afincado en aspectos memorísticos. César Montenegro, doctor en educación, considera trascendental cuestionarse sobre ¿para qué se aprende? y ¿para qué tipo de sociedad nos formamos? Es a partir de esas respuestas, que de forma colectiva deben plantearse los fines educativos, añade.

Agrega que, no se debe perder de vista que la elaboración de la tesis de grado, el someterse a exámenes privados y otras herramientas, son medios útiles solo para alcanzar un fin educativo. Montenegro analiza que, todo proceso educativo pretende un acto de socialización que implica estructura y valores. Por otro lado, el mismo proceso educativo debería propiciar el pensamiento crítico respecto a la sociedad en la que se vive, de tal forma que, la persona aprenda a ser libre en su contexto.

Silvio Gramajo, doctor en Investigación Social.

Para el académico Silvio Gramajo, la lógica de la investigación debiera demostrar cómo funciona la teoría en la realidad, si los postulados funcionan o no, si es correcta o no, lo que debe evaluarse no desde un criterio moral sino de pertinencia. El problema en muchos casos es que, “los estudiantes aprenden sobre investigación, pero no aprenden a investigar, y esta es fundamental para el desarrollo de todas las profesiones”, afirma Gramajo.

María Cano, en el documento “La evaluación por competencias en la educación superior”, recuerda que los diseños educativos por competencias pretenden que las “personas desarrollen capacidades amplias, que les permitan aprender y desaprender a lo largo de su vida, para adecuarse a situaciones cambiantes”.

La profesional resalta como elemento imprescindible de la educación, la flexibilidad, la que se adquiere por medio no solo de conocimientos sino también de habilidades y actitudes. La educación universitaria se encuentra en un proceso de cambio hacia una visión por competencias, que toca la planificación, el papel de los docentes, el romper con el paradigma de comportamientos aislados de conocimiento, pero no se ha logrado llegar a buen término con la evaluación por competencias.

Aunque la evaluación se da al final, “esta orienta el currículum y puede generar cambio en los procesos de aprendizaje”, advierte Cano. Comúnmente, la evaluación se relaciona con el recuerdo y la repetición de la información, y esta es una realidad que no solo existe en el imaginario sino en la vida real. Hoy en día, los estudiantes universitarios deben someterse a exámenes de grado en donde lo que se prioriza es el recuerdo memorístico de información que, incluso, puede ser poco significativa y aislada. La evaluación debería ser una oportunidad de aprendizaje y no utilizarse “para adivinar o seleccionar a quien posee ciertas competencias, sino para promoverlas en todos los estudiantes”.

Evaluar por memoria no requiere mayor esfuerzo por parte del docente, pero la evaluación por competencias, sí. Necesita del diseño y la utilización de instrumentos diversos: la observación como estrategia de recopilación de información sistemática, alimentada por registros, escalas y rúbricas por parte de los involucrados, con lo que se rompe el paradigma de que la evaluación en la universidad la hace solamente el docente.

Otro elemento importante es que, para ser coherente con el sistema, la evaluación por competencias debería apostar por simulaciones y proyectos. Quizás uno de los puntos más relevantes señalados por Cano, es que, la evaluación debiera “hacer más conscientes a los estudiantes de cuál es su nivel de competencias, de cómo resuelven las tareas y de qué puntos fuertes deben potenciar y qué puntos corregir para enfrentarse a situaciones futuras”.

En la educación superior, la evaluación por competencias debería propiciar la integración de conocimientos derivados de proyectos o prácticas externas, aunque se debe prestar atención a que no se reproduzcan roles estereotipados. Así también, ejecutar o practicar, actuar de acuerdo a un espacio, un momento en concreto y no en abstracto; aprender constantemente y de forma recurrente y progresiva; actuar profesionalmente, haciéndose responsable de las decisiones que se tomen y adquiriendo un rol activo en la promoción de las propias competencias, se afirma en el documento de marras.

Silvio Gramajo, quien también es doctor en investigación social, señala que la tesis fue una de las primeras formas de graduación, pero que ahora existen otras que, aunque cambien de nombre, deben propiciar que el estudiante realice un trabajo de síntesis de conocimientos y experiencias. Menciona como elemento imprescindible que el trabajo de investigación responde a la lógica de hacer proyectos educativos y académicos, y la tesis -por ser un proyecto de investigación- es un complemento del producto educativo, de procesos de práctica, de memoria, de competencias que permitan sistematizar el conocimiento.

En la educación superior, la evaluación por competencias debiera propiciar la integración de conocimientos.

Respecto a la conveniencia de que la tesis se convierta en la culminación de un proceso de educación superior, Montenegro recuerda que esta es solo un medio y que depende de quién lo utilice y cómo lo haga. El problema para Montenegro no es el dilema de hacer o no la tesis, sino cómo es que se están haciendo las tesis. Así también, es crítico que al final del proceso sometan al estudiante a una práctica de investigación intensiva, que no se facilita ni se propicia durante la educación universitaria.

Esto, aunado al dramatismo de los examinadores y revisores, hace que el proceso de investigación y elaboración de tesis no aporte al conocimiento y se convierta en una pesadilla. Al respecto de por qué quitar la elaboración de tesis, Gramajo considera que, en algunos casos, se ha quitado porque responde a lógicas distintas de la carrera, de la universidad y del país, y porque “mientras menos académico es el sistema universitario y se convierta en un sistema pragmático, no se va a incentivar la investigación como un eje transversal, sino lo que busca es que los estudiantes se gradúen rápidamente”. Sin embargo, también explica que, dependiendo de la carrera, se puede optar por opciones distintas que mantengan el criterio de sistematizar información y de investigar.

Gramajo llama la atención sobre lo que sucede con las acreditaciones privadas otorgadas por la universidad en relación al porcentaje de alumnos que se mantienen. Los que cierran pensum y los que se gradúan. El problema es que la acreditación ve solo la cantidad final de los graduados y no de forma integral el perfil del egresado. A juicio de Gramajo, las universidades debieran propiciar un círculo virtuoso en el que la investigación y la elaboración del trabajo final se vieran como parte del proceso, el que también se alimentara por investigaciones, artículos y aportes de docentes de tiempo completo.

La ciencia, añade Montenegro, ha avanzado gracias a la información obtenida a partir de la investigación, y debe ser gestionada para aprovecharla, organizarla y evaluarla de mejor manera, y eso es lo que se hace en el proceso de elaboración de tesis, que conlleva la posibilidad de aplicar un criterio de selección de información, de aplicación de conocimientos y la habilidad para superar obstáculos. Este proceso es quizás el único momento en el que el estudiante autorregula y está en control de su propio proceso de aprendizaje. Para Montenegro, es importante “educarse a que hay que hacer investigaciones, es parte normal del aprendizaje que debiera empezar en otros niveles educativos y que no tiene por qué ser una odisea”.

Roberto M. Samayoa O.
Periodista
Revista GERENCIA
editorialgerencia@agg.org.gt

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