Concepto natural dentro de la ciudad

Green Rush es un parque ecológico ubicado en el kilómetro 24 de la Carretera a El Salvador

Henry Lewin, fundador y director de Green Rush.

Como seres humanos la Madre Naturaleza nos llama… simplemente, porque formamos parte de ella. Por eso vemos que, de alguna manera buscamos la forma de sentirla cerca al poseer dentro del hogar más de una planta o la compañía de una mascota.

Sin dudarlo, el entorno natural no provee vivencias únicas que nos devuelven la vitalidad. Algunos las describen como aventuras energizantes, otros, como un contexto para caminar, correr, escalar o respirar aire puro. Para el profesor en psicología, Richard Ryan, «la naturaleza es combustible para el alma» y, por ende, bienestar para la salud física y mental.

De allí que Ryan enfatiza en la importancia de contar con acceso a parques, espacios naturales o incorporar elementos de
este tipo en el interior de las viviendas. Y parques naturales en Guatemala, hay de sobra. Lo complejo es que estén cerca de la ciudad, por eso es tan valorado Green Rush, un parque que crea mística desde su nombre, pues en la traducción refiere a la emoción por lo verde que se ha perdido con el paso del tiempo y por sobradas razones.

Entre ellas, lo alejado que ha quedado el campo de las ciudades, la inseguridad que agobia al país o la acostumbrada comodidad, producto del desarrollo de la industria y la tecnología.

Nada de eso hay en el parque. Queda dentro de la ciudad, es seguro y, para cumplir con el principio de sostenibilidad, no está conectado a servicios básicos como la luz, el agua o los drenajes municipales. De hecho, hay un rótulo que reza “no hay wifi en el bosque, pero te garantizamos que encontrarás una mejor conexión”. Y es que, según su fundador y directivo, Henry Lewin, su objetivo es devolver al ser humano a lo básico, que es la naturaleza.

Henry es un fiel amante del medio ambiente, mientras platica y camina por los senderos se le ve sumamente cómodo. Da
gusto verlo recogiendo los desechos que encuentra a su paso, según dice, para que no se dañe el ecosistema.

Hoy en día, el parque cuenta con 17 manzanas de terreno que han requerido largas jornadas de trabajo. Pues cuando Lewin llegó, la propiedad estaba devastada y erosionada. «En estos días estamos cerrando la negociación para ampliarnos a 29 manzanas de terreno. Aquí sembraban aguacate y café, y todo lo demás era raspado. Por eso el terreno estaba flojo,
no se podía caminar y la vida animal era limitada”, cuenta a GERENCIA.

Seis años después -porque abrieron hace dos, pero los trabajos comenzaron cuatro años antes-, hay un cambio importante. En la actualidad, se pueden avistar hasta 50 clases de pájaros, hay dos especies de ardillas y también conejos,
comadrejas, armadillos y zorros. Además, poseen un santuario en donde conviven y se reproducen diez venados, que habitan una jaula digna de 4 manzanas cuadradas de bosque.

“En este tiempo hemos podido ver cómo la naturaleza se va saneando”, afirma Lewin, quien lamenta haber perdido un par de animales que fueron atacados por depredadores, pero a la vez reconoce que esta es una muestra clara de que se está regenerando el ecosistema.

El parque ofrece diez kilómetros de sendero para caminar y cinco para montar a caballo. Los precursores del santuario, un venado macho y tres hembras, han procreado al menos 8 venaditos que corren libremente y pueden ser apreciados por los turistas, porque están acostumbrados a interactuar con los humanos.

Otras atracciones son un canopy de 350 metros, un área para tirar con arco y flecha, otra para rapel y escalada, distintos espacios para fogatas y un restaurante con vista a los volcanes Pacaya, Agua y Acatenango.

A Henry le sorprende encontrar visitantes que nunca habían hecho una fogata o jóvenes que desconocen el término barranquear. Porque el creció en una época en la que esta era una actividad común, que hoy no se puede hacer porque los barrancos están lotificados, invadidos, contaminados o son peligrosos”, reflexiona.

Para cerrar el paseo, también está permitido acampar, ya sea en tiendas propias o alquiladas, o en las de lujo con que cuenta el parque. Esta idea provino del concepto glamping, que es acampar con glamour, por ello están equipadas con
suntuosidades como camas, baño privado y agua caliente. El lugar también es propicio para el romance, se presta para ser espectadores en pareja de un atardecer, acompañados por una botella de vino, copas y pétalos de rosa. Esto también
forma parte del servicio.

Parques así son posibles gracias al espíritu y la conciencia ambiental de personas como Lewin y las organizaciones que lo han ayudado. Puesto que, según dice, “los seres humanos estamos viviendo como si fuéramos dueños de la naturaleza. Creemos que cuando se nos acabe, vamos a poder comprar otra. Pero solo somos un habitante más”.

“Nuestra condición de humanos nos hace creer que estamos arriba. Pero cuando pregunto cuál es el animal más inteligente del planeta, la gente me responde el delfín, el elefante o cualquier otro, casi nunca dicen, el hombre. Nos creemos una raza superior. Sin embargo, somos los únicos que generamos basura que nadie más utiliza o desechos que no regresan de manera adecuada al medio ambiente”, dice el fundador de Green Rush.

Agrega que, si sacara a los diez venados del santuario en donde coexisten con su entorno y en su lugar metiera a diez personas. Seguro en cuatro años o menos habría solo la mitad de los árboles, estaría lotificado y lleno de basura y olores. Y esto es solo un análisis de lo que se hace a gran escala. “Un planeta tenemos y un planeta tenemos que cuidar, y no se trata de culpar al gobierno o a cualquiera, porque se está dañado con las acciones de cada uno”, recalca Lewin.

Para dimensionar el descuido al planeta, Henry dice que si depositáramos la basura de todo un día en una bolsa, al final juntaríamos una regular cantidad. Ahora, “¿imaginen la bolsa por 365 días, por 7 billones de habitantes, que somos en el planeta, y todo yendo a parar a los ríos y lagos… Tenemos que hacer un alto”, puntualiza.

Green Rush no se anuncia masivamente porque su deseo es cuidar del parque y que quienes lo visiten sean verdaderos ecófilos o amantes de la naturaleza. “El crecimiento que hemos tenido es orgánico, no queremos darle un look comercial”, subraya.

En dos años, el parque ha sido visitado por más de 12 mil personas, la mayoría de empresas, a quienes se les ofrecen cursos y celebraciones de convivios. También hay visitas de escolares, celebraciones de cumpleaños, compromisos o bodas, así como 11,500 fans en Facebook y 8 mil en Instagram.

A futuro el parque abrirá un museo interactivo, para que otras empresas muestren sus desarrollos y los visitantes conozcan procesos relevantes para el medio ambiente.

Ileana López
Directora
Revista GERENCIA
gileana@agg.com.gt

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